Zombies
Aunque torpe, lento y sin inteligencia en absoluto, el zombi, en los momentos de confusión, se las apaña para alcanzar a su víctima fácilmente. Es capaz de aprovechar cualquier descuido de ésta para poder alimentarse de su carne.
La carne de la que se alimentan los zombis siempre es humana. Nunca verás a un zombi comiendo perro, gato, rata o cualquier otro ser vivo, no. Siempre se alimentan de aquellos que aún mantienen un mínimo de independencia y criterio para dirigir sus vidas. Es como si les jodiera ver que otros gozan de cualidades y aptitudes que ellos ya no tienen -o que quizás nunca tuvieron-.
La zona de influencia de un zombi es muy pequeña, es capaz de permanecer inmóvil sobre una baldosa, días enteros sin hacer absolutamente nada –le da lo mismo-. Solamente, la mínima posibilidad de poder acercarse a algún humano (que, por descuido o ingenuidad, se encuentre en sus inmediaciones) le impulsa a realizar algún movimiento.
Su olor es nauseabundo, pero tienen muy buen olfato. Huelen la carne humana a centenares de metros y una vez que la huelen, comienzan a avanzar hacia su presa despacio, muy despacio, no importa lo rápido que huya el humano. Son muy pertinaces y ello provoca tal extenuación en sus perseguidos que al final casi siempre consiguen “lo suyo”.
Como es lógico, ignoran el olor a putrefacción de sus semejantes.
No se tiene certeza sobre su capacidad auditiva, aunque hay quienes aseguran que oyen absolutamente todo; lo que sí está del todo comprobado es que nunca se comunican.
El cansancio, la ingenuidad o el descuido humano son las únicas tres circunstancias que permiten al zombi saciar su apetito.
Un apetito constante, eterno. Siempre que haya humanos a su lado, el zombi querrá comérselos, le da igual cuántos sean; él los quiere todos, termina con uno y empieza con otro.
Se suelen desplazar en grupos y están por todas partes, por eso es imperativo mantenerse alerta ya que en cualquier momento podemos ser presa de sus dentelladas; no olvidemos que ellos son lo que son porque también fueron víctimas de otras mordeduras.
El objetivo sólo es uno: evitar por todos los medios convertirse en uno de ellos.
Como habéis comprobado, hoy la cosa no iba de música
La carne de la que se alimentan los zombis siempre es humana. Nunca verás a un zombi comiendo perro, gato, rata o cualquier otro ser vivo, no. Siempre se alimentan de aquellos que aún mantienen un mínimo de independencia y criterio para dirigir sus vidas. Es como si les jodiera ver que otros gozan de cualidades y aptitudes que ellos ya no tienen -o que quizás nunca tuvieron-.
La zona de influencia de un zombi es muy pequeña, es capaz de permanecer inmóvil sobre una baldosa, días enteros sin hacer absolutamente nada –le da lo mismo-. Solamente, la mínima posibilidad de poder acercarse a algún humano (que, por descuido o ingenuidad, se encuentre en sus inmediaciones) le impulsa a realizar algún movimiento.
Su olor es nauseabundo, pero tienen muy buen olfato. Huelen la carne humana a centenares de metros y una vez que la huelen, comienzan a avanzar hacia su presa despacio, muy despacio, no importa lo rápido que huya el humano. Son muy pertinaces y ello provoca tal extenuación en sus perseguidos que al final casi siempre consiguen “lo suyo”.
Como es lógico, ignoran el olor a putrefacción de sus semejantes.
No se tiene certeza sobre su capacidad auditiva, aunque hay quienes aseguran que oyen absolutamente todo; lo que sí está del todo comprobado es que nunca se comunican.
El cansancio, la ingenuidad o el descuido humano son las únicas tres circunstancias que permiten al zombi saciar su apetito.
Un apetito constante, eterno. Siempre que haya humanos a su lado, el zombi querrá comérselos, le da igual cuántos sean; él los quiere todos, termina con uno y empieza con otro.
Se suelen desplazar en grupos y están por todas partes, por eso es imperativo mantenerse alerta ya que en cualquier momento podemos ser presa de sus dentelladas; no olvidemos que ellos son lo que son porque también fueron víctimas de otras mordeduras.
El objetivo sólo es uno: evitar por todos los medios convertirse en uno de ellos.
Como habéis comprobado, hoy la cosa no iba de música
Comentarios